Santa Benedicta de la Cruz
Edith Stein
Judía, religiosa, filósofa de fama internacional, docente universitaria en Alemania, con la lectura del Castillo Interior de Santa Teresa de Ávila reconduce su vida hacia la conversión a la Iglesia Católica (1922) para luego ingresar al Carmelo (1933). Ofrece su vida por el pueblo judío, muriendo en el campo de concentración de Auschwitz (1942). Fue beatificada y canonizada por Juan Pablo II en 1998.
La experiencia religiosa de Edith Stein, del judaísmo al cristianismo, que son dos polos de su existencia, le permite elaborar un análisis fenomenológico de la corporalidad que le permite comprender más a fondo el tema de la encarnación de Jesucristo, la Trinidad y el rol de María de Nazaret al interno de ella.
Sentirse Judía y Cristiana
De la Carta a Pío XI (Breslavia, 21 de septiembre de 1933)
Todos nosotros que miramos la situación actual alemana como hijos fieles de la Iglesia, tememos lo peor para la imagen mundial de la misma Iglesia, si el silencio se prolonga demasiado. Estamos también convencidos que este silencio a la larga no puede obtener la paz del actual gobierno alemán. La guerra contra el catolicismo se desarrolla en silencio y con sistemas no menos brutales que contra el judaísmo, ni menos sistemáticamente…
A los pies de Vuestra Santidad, pidiendo la bendición apostólica,
Dra. Edith Stein, Docente del Instituto Alemán de Pedagogía Científico en el Collegium Marianum
Mística
Edith Stein elige ingresar a la vida monástica carmelita. El Carmelo representa para ella, la historia religiosa hebraica del Monte Carmelo y el profeta Elías y conjuntamente la interioridad de la experiencia mística de Jesucristo.
Las tres dimensiones: la razón, la fe y la mística representan los tres componentes de la experiencia humana de Dios.
La razón puede llegar a demostrar la existencia de Dios. Edith hace referencia a las pruebas de Santo Tomás: un ser que es necesario, que debe ser el Ser mismo, que es Uno y que es Eterno. Edith descubre la existencia racional de un sustento eterno. Acepta también el camino agustiniano que llega a Dios por medio de la interioridad. Reflexionando sobre el tema de la confianza, descubre que esa confianza nace de sentir en el ser fugaz un anclaje inmediato y añade: “Esto es un advertir o un sentir todavía oscuro que apenas podrías llamar conocimiento”. La oscuridad de tal sentir se justifica por el hecho que somos incapaces de coger lo inefable y lo inaferrable: se trata de la presencia de Dios en el alma pero también de la incapacidad de definirlo. En este punto Edith Stein introduce su reflexión sobre la mística, considerándola una prefiguración de la visión beatífica, después de un recorrido difícil del alma; el alma sintiendo la presencia de Dios en su interior, se pone a buscar en la parte más interna de aquel castillo… la unión profunda del alma con Dios, el raptus y el éxtasis, esta experiencia es verdaderamente una pregustación de la visión beatífica, según el testimonio de los místicos, en cuanto Dios se manifiesta directamente.
Santa Teresa y Edith hallaron en la visión mística la confirmación de la Trinidad, así como fue anunciada por Jesucristo: “o sea que Él, el Padre y el Espíritu Santo vendrán a inhabitar el alma que lo aman y observan sus mandamientos”. Este tipo de experiencia, que va más allá de cualquier ritualidad, puede constituir el vértice en el cual se reencuentran todos los seres humanos que pueden encontrarse por la voluntad de Dios.
Se trata de un punto de observación más alto y directo que involucra todas las dimensiones humanas. En otros términos, permite ver todo en Dios y luego, de ir más allá de cualquier contraposición. El camino que el alma recorre en su recogimiento; allá se prende la luz de la conciencia. Ilumina un cierto ámbito: sea en el íntimo del alma, sea en el mundo objetivo al cual este YO se dirige. No obstante su movilidad, el YO queda siempre unido a aquella inmovilidad, punto central del alma en la cual se encuentra verdaderamente en su casa. Hacia este centro viene continuamente llamado… a la más alta gracia mística, el matrimonio espiritual con Dios.
El centro del alma es el lugar en el cual se oye la voz de la conciencia, es la sede de las libres decisiones personales. Como de hecho es así y en la unión amorosa con Dios entra debidamente la libre entrega personal, la sede de la decisión libre debe ser al mismo tiempo, también la sede de la libre unión con Dios… el abandono a la voluntad de Dios se vuelve el elemento más esencial de la unión.
Masculino y Femenino
La compleja estructura del singular, sea en su relación con los otros, la lleva al tema de la armonía, que encuentra su máxima teorización en sus investigaciones en la relación masculina-femenina.
En los años treinta Edith Stein toma posesión con respecto a la condición femenina en una serie de conferencias, recopiladas bajo el título: LA MUJER, en su rol según la naturaleza y la gracia. Se trata de una respuesta indirecta frente a los movimientos feministas que ella bien conoce.
La duplicidad del ser humano en varón y mujer está justificada en Edith Stein haciendo referencia a la unidad y Trinidad de Dios y a su connotación esencial: el Amor. Que la vida de la primera comunidad humana fuese caracterizada por el amor y confirmada por el hecho que aquí no se habla del dominio del hombre sobre la mujer pero sí podríamos decir de compañía y de ayuda recíproca en armonía de intenciones. Se puede notar que la complementariedad y reciprocidad son desarrolladospor la Stein sin necesidad de conflicto. El pecado ofusca la armonía de la vida comunitaria.
La frase que Dios pronuncia en el juicio de condenación a la serpiente, es para la pensadora particularmente importante: la mujer, con la cual El pone la enemistad de la serpiente no es sólo María sino la mujer como madre de todos los vivientes, es a todas las mujeres. A ella le está encomendada como tarea la lucha contra el mal y la colaboración de la Redención.
La unión entre las personas, se refiere a estos tres aspectos: cuerpo, psique y espíritu, otorgando particular importancia tanto a uno como a otro.
La amistad, fundamentada en el sentimiento del amor, que es de por sí un sentimiento espiritual, puede acercar todos los seres vivientes, hombres y mujeres y también entre un hombre y una mujer. Pero es necesario observar que el amor entre los seres humanos, que se manifiesta también a nivel de amistad, está siempre amenazado. La armonía es un punto de llegada de un proceso que no comporta sólo la espontaneidad del sentimiento, pero una toma de posición moral implicando el intelecto y la voluntad.
Extractos del libro: “Edith Stein o la Armonía” por Angela Ales Bello, ed. Studium Roma, 2009