Soledad (1)
Si Jesús pudiera hablarnos desde nuestra soledad a nuestro corazón, nos diría:
Ponme a Mi primero en tu vida. Descarta los ídolos.
En tus momentos de más soledad, desanimo, debilidad, recurre a Mi primero.
No es suficiente que en los momentos de oración pongas tu Corazón en el mío y el mío en el tuyo. Es importante que lo hagas cuando hay mayor soledad en tu vida, que me busques a mi primero en esos momentos de soledad y desanimo.
Siempre parece más real la persona a la que puedes oír y ver, que aquel pedacito de pan silencioso encerrado en una capilla.
Pero lo cierto es que ese pedacito de pan encierra el único amor infinito y real que existe!
Y aquella persona a la que puedes ver y escuchar solo tiene en si reflejos intermitentes, pequeñas chispitas de amor que no te satisfacen.
Tu único Cirineo soy yo, y las huellas a seguir son las mías no las de los otros.
Si recurres a otro como Cirineo, él tiene su propia cruz ya, y su propio camino que recorrer.
Sus huellas, su camino no es el tuyo, el camina hacia mí, pero con su propio caminar especifico a su alma, para seguirme.
Tu sigue mis huellas en tu momento más débil, y carga tu cruz, que mi Yugo es dulce, y mi carga liviana, yo te aliviare con mi amor.
Liliam (30.07.14)
Soledad (2)
Si Jesús pudiera hablarnos al Corazón desde nuestra soledad nos presentaría esta imagen y luego nos hablaría así:
Veríamos dos ramitas muy débiles con una liana que las une, las ramitas son flaquitas y débiles.
Y Jesús nos diría:
Te cuesta dejar las ataduras, pero es que ni tú ni la otra rama pueden alimentarse entre sí, más bien se secan la una a la otra, sino están unidas al tronco, si se distraen del tronco.
Te cuesta dejar tus ataduras y unirte a Mí. Pero es en mí en quien encuentras el verdadero alimento.
No tengas miedo, piensas que no vas a poder sostenerte si sólo te unes a mí y sueltas tus ataduras, pero yo te sostendré, yo te alimentaré, y darás mucho fruto.
Tu unión a otras ramas es siempre a través del tronco, nunca directamente.
Al pararte en la roca, lo haces con miedo y desgano. ¡Es que primero tienes que creer en la roca! En la firmeza y omnipotencia de la roca para sostenerte. Si no te pararas en ella por un momento, pronto irás en busca de los pantanos que hay alrededor.
Tienes que creer en la Roca que es la base del edificio de tu vida, sino te pararás en la arena y una y otra vez tu casa se derrumbara.
Con pesar dejas lo que te separa de mi para unirte a mí, como si la perla del reino no tuviera mucho valor.
Todo aquello que dejas, para poder comprar el campo donde se encuentra escondida la perla del reino de Dios, todo aquello que dejas, tiene muy poco valor, y aquella perla es de un valor infinito. Pero, nuevamente, ¡tienes que creer en el valor de la perla!
Cuando buscas la leche en un biberón vacío y tratas de beber, en vano te separas del tronco, de la vid, de tu verdadero alimento.
Tienes que empezar a creer en La Roca, y en el infinito valor de la perla del Reino de los Cielos.
Fidelidad
Si Jesús nos quisiera hablar de la fidelidad nos diría:
Sé fiel… sé fiel... sé fiel. La fidelidad se da en el amor sencillo. Un amor sencillo donde el sí es sí y el no es no. Como mi sí y el sí de Maria a la voluntad de Dios.
Se fiel cuando la montaña es empinada, rocosa. Cuando no hay un lago o un árbol donde recostarse.
En este momento nos enseñaría una montaña rocosa con la huella de sus pisadas para que las siguiéramos.
Se fiel frente al rechazo, como lo hicieron los profetas cuando fueron rechazados.
La fidelidad se da cuando el amor y la confianza son grandes, y es inconcebible entonces no ser fiel.
Con tu propia sangre, firma el si a tus promesas.
Liliam (30.07.14)
Misericordia
Si Jesús nos fuera a hablar de la misericordia nos diría:
Sumerge todo tu pasado en el mar de mi Misericordia. Y con esa misma sangre Misericordiosa con la que te perdono, y que pasa por tu corazón, entrega tu perdón a tus hermanos. Sumérgelo todo, en el mar de mi Misericordia: el mal que tú has hecho, y el mal que te han hecho.
Tu pasado son tus raíces, es de donde vienes. Si en tus raíces hay rencor o miedo, no serán fuertes. Tus raices necesitan ser fuertes para que puedas crecer en el presente y dar fruto en el futuro.
La tierra es buena, pero no dejes que tus raíces se mezclen con la cizaña.
Que todo lo que hagas sea solo por Dios. Que tu identidad solo dependa de cómo te ve Dios.
Liliam (6.09.14)